domingo, 11 de diciembre de 2011

Tierra de nadie

Tierras incandescentes que rompen con las olas del tiempo y la historia. Mares de arena ardiente con la muerte reflejada en el oasis de una mente perturbada como la solapa de tus memorias. Vives y vivimos o eso creemos, en tierra de nadie. Ellos miran desde el otro lado, con mascaras que dicen ser sus rostros, pero son las sonrisas de un mundo que no escucha, no ve, ni tampoco siente ni sentirá el viento ardiente de una explosión nuclear. Desde el otro lado esta el hambre y la miseria que sabemos que es la oscuridad asolada por el sol ardiente que hace brillar la piel seca del hombre muerto. Niños que miran a relojes de arena que dejan caer su recipiente tan veloz como los buitres que bajan a tomarse su festín de final de jornada, son buitres de corbata y americana, trajes impolutos como una noche de mil navajas, opacas como eclipses solares, y oscuras como la sangre de los inocentes en el hielo de la guerra.

En tierra de nadie solo viven los que están solos, y todos están solos. Solos no como la muerte que siempre va bien acompañada, solos como el dinero de nuestra sangre que emana de la herida que han abierto en nuestra mente desfigurada por el homo sapiens. Quien no se arta de interrumpirnos es la locura que asoma por la puerta, cruza el muro de alambre y nos dice que nos guiara por el camino que todos deveriamos de seguir. Rompe espejos y nos regala pantallas, donde el pixel se es el retrato de la generación que ignoro aun mas los rostros entumecidos de una tragedia convertida en vida. Tus miserias son triunfos de un mundo de depredadores en torres de cristal, pero que el mundo adora sin darse a entender, que en sus manos, llenas de fajos verdes como lo fue la tierra, se encuentran muchas cadenas.

En tierra de nadie las guerras son fabulas de tierras lejanas de genios con espadas y jeques con guadañas. Los caballeros de armadura blanca hondean banderas de unión y democracia, y con ella tapan el hacha que partirá las cabezas de mil naciones. ¿Donde están los profetas y los dioses cuando el llanto del niño sin agua se enmudece en mitad del infierno convertido en arena? ¿Donde resuenan los llantos de aquellos que mueren tras paredes derruidas? Nos separan alambres de espino, peo al parecer son muros de miles de castillos de información mal entendida y construida, a la par de la guerra innata, innata para los depredadores con dientes de oro y despachos de guerra.

En tierra de nadie dormimos, almorzamos y cenamos en castillos llenos de mentiras de sobremesa. Demos todos gracias al dios de sistemas de números y bancas.