Es en ese momento tan carpe diem,
en el que ninguna sustancia invade tu cuerpo mas que tu propio
vértigo hacia un mundo exterior. Buscas ese fuego purificador que
engrose las filas de tu razón y te lleve por buen camino, antes de
liarte a tiros con la gente. El problema muchas veces es lo
inoportuno de la falta de esa empuñadura que no sientes en tu mano.
La falta de ese cañón, se convierte en una frustración, y esto se
multiplica, cuando el cañón no es correcto. No se debe matar, no se
debe amar demasiado, no puedes destruir lo que no has creado. Quieres
disparar hacia la ventana, que los miles de pedazos del cristal se
evaporen en tu mente y te transporten a través de los tejados hasta
donde descansan las gatas callejeras. Que todo se resuma en un
pequeño extasis y el PUM sea el dulce billete de ida y nunca de
vuelta.
Apátrida
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